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niño flor: la melancolía como paisaje | review

Desde su portada y estética, pero las hojarascas amortiguan dibuja un paisaje sutil entre el cielo, la piel y las flores: una atmósfera donde se anticipan la añoranza y el recuerdo.


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El más reciente lanzamiento de Santiago Garduño, bajo el nombre de niño flor, se teje con los cuatro sencillos que lo conforman. Compositor, productor y multiinstrumentista, niño flor fusiona diversos géneros para crear paisajes sonoros sensibles y artesanales, donde lo emocional se vuelve materia y el sonido se transforma en imagen.


Este trabajo conecta el universo narrativo del proyecto con una iconografía recurrente —la flor, el agua, los ojos, la hojarasca— para construir un relato de amor y distancia, de despedida y memoria, de cuerpos que miran al cielo y se desdibujan en él.


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Desde una voz suave y pausada, sostenida por una guitarra constante, la melodía se va expandiendo: se unen piano, sintetizadores y cuerdas que invitan a habitar mundos casi astrales. Todo flota sobre una base armónica volátil, donde la síntesis aporta brillo y textura, multiplicando los matices de su propuesta. Los sonidos interactúan entre sí y conforman patrones que evocan las imágenes de sus letras.


La escucha se vuelve una experiencia inmersiva; abre la imaginación y convoca la creación. La decisión de unir estas composiciones en un mismo EP moldea todo un universo sonoro con una estética definida y cercana.



Con el sencillo “niño flor”, emerge la apertura y la vulnerabilidad a flor de piel. La voz, sutil y contenida, no domina, pero orienta; los sintetizadores y la guitarra sostienen una melodía constante que narra el olvido, la tristeza y el recuerdo.


Le sigue “castillos en el cielo”, con una presencia más marcada de texturas ambientales y tintes experimentales. Aquí, los recursos tímbricos dan movimiento a la composición, mientras su tono poético encarna aquel recuerdo donde el cuerpo se disuelve entre lágrimas y se pierde lentamente.


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En “azul cielo”, el relato nace desde las grietas y fragmentos de un cristal. Los elementos de la naturaleza dialogan entre sí: el manantial, la hojarasca, el mar y la garza que observa a la distancia. Es un lugar de contemplación y silencio para encontrar siluetas en el cielo que se trazan de las memorias de un amor.


Como cierre, “pero las hojarascas amortiguan” otorga mayor protagonismo a la voz. Retumban los procesos de la ausencia y el dolor; se relata el amor marchito como una flor, la tristeza que oprime el pecho y lo inútil que a veces resulta extrañar cuando el reencuentro permanece lejano. En esta pieza final se percibe una apuesta tímbrica más amplia, aunque conserva la atmósfera melancólica que recorre todo el EP.


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La esencia de niño flor refleja una búsqueda poética y musical que, desde la sensibilidad y la experimentación, busca crear no solo sonidos, sino formas de ver y sentir la música. Sus composiciones trascienden el cuerpo, narran desde los fragmentos y se resuelven entre juegos sonoros, texturas y elementos naturales que dan alma a su obra.


Nos invita a un espacio íntimo, frágil e irreverente, donde los sentires encuentran refugio. Un lugar donde el duelo y el vacío se transforman en melodías que amortiguan —como las hojarascas— todo lo que duele.


 
 
 

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